Los ‘tropiezos’ de Jill Biden: hace esperar a la Reina y colapsa la ‘milla de oro’ por unas alpargatas

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España es una de las monarquías más antiguas del mundo, en concreto, la segunda, y la primera de Europa, según algunos historiadores, en liza con Dinamarca; pero Jill Biden, igual no lo sabe. Nuestro país, como el británico o el danés, está acostumbrado a las normas protocolarias que rigen los actos con la Familia Real. Pero todos sabemos que a repúblicas con tan pocos siglos de historia como la norteamericana eso del protocolo les parece una frivolidad.

Algo parecido rondaría por la cabeza de la Reina Letizia cuando durante la mañana de este miércoles tuvo que esperar a la primera dama norteamericana, Jill Biden, en Pozuelo de Alarcón para visitar el centro de refugiados ucranianos. En España, todos sabemos que, por seguridad, los Reyes son siempre los últimos en llegar a cualquier acto, que ellos jamás esperan. Pero Jill Biden ha hecho esperar unos minutos eternos a doña Letizia, que, sola, no sabía cómo disimular durante una demora inédita para ella. Sabiendo, además, que tenía a los periodistas gráficos detrás y que eran testigos de sus paseos, sus toques nerviosos de coleta y sus miradas indisimuladas al cielo.

Letizia
La Reina Letizia con Jill Biden. / Gtres

De pronto, Jill Biden ha hecho acto de presencia y doña Letizia ha extendido sus brazos, como diciendo “¡por fin!”. Así hemos interpretado, al menos, su lenguaje corporal. Pero los fallos protocolarios no han parado ahí, porque la primera dama norteamericana ha seguido hablando con la Reina durante varios minutos con las gafas de sol puestas. Ha venido acompañada de dos nietas, Finnegan y Maisy, cuyos looks han sido de lo más criticado en redes, corrillos y programas radiotelevivos. Porque una de las nietas, veinteañeras ambas, vestía unos pantalones poco menos que de chándal y el resto de su estilismo era tan casual como el de Chenoa cuando se enteró de que Bisbal la había dejado. Por cierto, ninguna de ellas ha hecho amago de cumplimentar a doña Letizia; ni atisbo de ello.

Ya por la noche, en la cena de gala ofrecida por los Reyes en el Palacio Real, los expertos en protocolo se han relamido cuando han visto en el besamanos el encuentro de nuestro matrimonio real y los Biden. El presidente norteamericano se ha dirigido en primer lugar a la Reina en vez de al Rey, y ha cogido largamente sus manos.

Pero volvamos a Jill. Ha llegado a España a bordo del Air Force Two, que es donde viaja la primera dama de EEUU, adelantándose varias horas a la llegada de su marido. Si eso lo hubiera hecho un presidente español, le habrían llovido las críticas por el gigantesco viaje contaminante y por el elevado coste de ambos vuelos. Nada menos que 200.000 dólares por hora cada uno.

En su primer día en España, Jill Biden pasó la tarde en la milla de oro madrileña, donde se lanzó a las rebajas de Castañer para comprar algunas de sus apreciadas alpargatas.

Algunas tiendas del barrio de Salamanca se han quejado sottovoce del escaso gasto que hicieron las tres. Y propietarios de tiendas del barrio de Salamanca y ciudadanos observaron perplejos cómo el impresionante séquito de seguridad de la primera dama colapsaba la zona.

El gran despliegue de seguridad asombró a los vecinos y viandantes, que trataban de esquivar infinidad de coches con cristales tintados y a guardaespaldas, que, en número no menor de 50, rodeaban a Jill y a sus nietas. La milla de oro colapsada por unas alpargatas. Rebajadas.

El viaje de la esposa del líder norteamericano no ha acabado, aún quedan dos días donde la veremos con doña Letizia y el resto de primeras damas y primeros caballeros en la Granja de San Ildefonso y en la Real Fábrica de Cristales de Segovia.

Seguro que no nos defrauda.

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